Vuelta a clases: aspectos importantes a los que poner atención
Fuente: Diario Mi Hijo Ed. 45Ya llegó un nuevo año escolar. Vuelven las responsabilidades educativas, las rutinas, cumplir horarios, realizar las tareas del colegio… Un sinfín de obligaciones que hace que algunos niños entren con cierto recelo a las clases. Pero la mayoría, aunque tristes por decir adiós al verano, reciben con ansias el retorno a la escuela, pues es el momento de reencontrarse con los amigos, de tener los días ocupados y entretenidos y de aprender nuevas cosas.
Además de todo lo que conlleva el retorno escolar, surgen otro tipo de aspectos que podrían afectar a sus niños, a los que los padres deben estar atentos. Estos focos de alerta, entre otros, son: el estrés escolar, los trastornos alimenticios y el consumo de sustancias. En esta nota profundizamos en cada una de ellas.
Estrés escolar
Hace años que el sistema educativo en Chile mide el éxito o fracaso de los niños en base a resultados que generan un ranking, una escala de notas, donde importa la nota final y no el proceso para llegar a ella, el esfuerzo, el crecimiento y desarrollo durante el año o la particularidad de cada niño. Al parecer, no siempre se considera que cada niño cuenta con distintas herramientas y capacidades.
El nivel de estrés que hay en el colegio es alto, y eso también afecta emocionalmente a los niños: mucha exigencia, muchas tareas, y los niños se comienzan a ver sobrepasados, especialmente en establecimientos que tienden a sobrecargar a los niños con actividades. Todo esto genera mucho estrés, sobre todo a fin de año y en los cursos superiores, donde hay mucha presión: ser los mejores, o rendir una buena PSU.
Por otra parte, si bien no es lo más común, podrían darse casos de tratos no deseables por parte de algunos profesores que, a través de descalificaciones como “tonto” o “flojo”, van generando inseguridad y rechazo escolar en los niños. Es un problema relativamente frecuente, porque a veces los mismos profesores están muy estresados, con una alta carga laboral, a los que también se les exigen resultados en los test académicos que rinden sus alumnos como el SIMCE o PSU.
Lamentablemente, en el sistema educativo actual los niños parecen estar destinados a competir, a ver si están en el grupo de los buenos o de los malos. Por lo general, los establecimientos no son inclusivos e integradores desde la percepción de la educación. Y frecuentemente eso se asocia a diferentes niveles de estrés, depresión o déficit atencional. No es que esta sea la causa, pero un niño que tiene problemas de concentración simplemente no encaja en este sistema porque le va mal, porque no sigue el ritmo, porque se enferma más, porque no se siente a gusto en su colegio. Lamentablemente suele haber más un espíritu competitivo más que colaborativo. En la dinámica colaborativa, todos son necesarios, cada cual aporta una parte y la diversidad es buena. En la dinámica competitiva, la diversidad es más bien negativa y solo ganan algunos.
Esto suele ser fuente de estrés. Y si a esto se agregan algunas conductas que provienen de los propios niños y adolescentes, como el acoso escolar o bullying, se genera el ambiente propicio para la aparición de algunos problemas de salud mental que pueden llegar a ser bastante graves. Cerca del 20-25% de adolescentes y preadolescentes están involucrados en dinámicas de bullying, donde alguien con más poder relativo intimida a alguien con menos poder. Pero además, hay una serie de niños involucrados en posición de testigo, que son cómplices activos o pasivos de estas situaciones. Estos últimos también se ven afectados por el miedo frente a los hechos, y prefieren guardar silencio porque también es riesgoso para ellos intervenir o defender al acosado ya que pueden transformarse en víctimas directas.
Quien es víctima lo pasa muy mal, sufre de angustia y vive momentos de ansiedad, porque el bullying está asociado a una alta fuente de estrés. Y cuando en los colegios no se interviene en estas situaciones se afecta el aprendizaje del niño y de su entorno, es decir, afecta a todos. Por el contrario, está demostrado que cuando se interviene con medidas adecuadas se mejora el aprendizaje, ya que mejora el clima emocional y los niños van más contentos al colegio.
Los niños acosados sufren problemas físicos, como dolor de cabeza y abdomen, vómitos, se tienden a enfermar más producto del estrés, aprenden menos y sufren varios problemas asociados con la salud mental, como síntomas ansiosos y síntomas depresivos hasta llegar -en casos más extremos-, a intentos de suicidio o suicidios consumados. Por lo tanto, estamos hablando de una situación que puede llegar a provocar mortalidad, y que es prevenible e intervenible.
Hay que tener claro que el niño acosador también es una víctima, y ese niño también está inmerso en una situación compleja. Habitualmente, los acosadores son niños que tienen una disfunción familiar bien severa, y que también pueden estar siendo víctimas de violencia en la casa, de abandono o tienen algún problema sin detectar, y que usan la violencia para poder destacar.
La aparición de las redes sociales hace que el bullying sea más difícil de detectar, ya que muchos de estos actos se realizan bajo el anonimato. En este caso, los colegios debieran tener también protocolos para el acoso virtual como cuando se hacen “memes” con ciertos niños, o se suben fotos íntimas para ser difundidas, o cuando se sacan fotos en el baño para burlarse de algún chico o chica. Todos estos protocolos por parte del colegio deben caminar en paralelo con la atención que deben dar los padres a esta situación. Como papás, deben saber en qué están sus hijos cuando se introducen en el mundo de las redes sociales.
Por otra parte, tanto los colegios como los padres deben tener mucho cuidado sobre cómo se usa la tecnología. La tecnología mal utilizada puede generar problemas de salud mental bastante importantes, no solamente desde el enfoque del cyberbullying.
Lo principal es que la familia, en especial los padres, tomen conciencia sobre la situación que está ocurriendo, sin negaciones, hacerse cargo y ayudar a sus hijos. En el caso del agresor, reestableciendo ciertos límites, quitando privilegios y acordando limitaciones a sus actividades, y especialmente ver qué aspectos emocionales dentro de la familia pudieran estar afectándole, para poder ayudarlo. Esto, probablemente, va a requerir el apoyo de un especialista.
En el caso del niño víctima, los padres también suelen bajarle el perfil. “No le hagas caso”, “no pesques”, son expresiones que se suelen usar. Pero el niño necesita ayuda, y no puede quedar solo ante esta situación.
Los establecimientos están obligados por ley a tener un protocolo para casos de acoso escolar. Cuando desde la escuela se detecta un caso, deben hacer seguimiento y realizar una investigación: qué pasó, dónde pasó, quiénes fueron, cuántas veces fue. Y tras eso deben enviar reportes al Ministerio de Educación. Los colegios que no aplican estos protocolos pueden llegar a ser sancionados.
Cuando un niño tiene una suficiente red de apoyo familiar y de parte del colegio, se siente apoyado y comienza a abandonar la posición de víctima, superando el episodio. El niño debe sentir este apoyo y saber que si lo molestan va a haber un profesor o inspector pendiente que denunciará el hecho y que además esa acción tendrá repercusiones para el agresor. Eso lo hará sentir protegido. En este tema, es muy importante terminar con la “ley del silencio”, y es un error pensar que la primera instancia de solución es sacar al niño del colegio. Cambiarlo es la última opción, cuando ya nada funcionó.
Es importante que permanentemente haya sensibilización del tema, para que los niños sean capaces de denunciar tanto cuando sean víctimas como cuando sean testigos.
Trastornos alimenticios
La introducción de la colación matinal tiene origen en la necesidad de satisfacer el hambre de media mañana que algunos niños tienen debido a desayunos de mala calidad (basados en bebidas aromáticas o solo leche). Esto en el contexto de un niño que permanecerá principalmente en el colegio hasta muy tarde y donde los horarios de almuerzo son breves, y hasta 6 horas después del desayuno. Una adecuada organización de los horarios de actividad escolar, de descanso y para almuerzo adecuados puede reducir la necesidad de una colación. Y en caso de que la colación matinal sea necesaria debe ser saludable, esto significa una colación en base a un alimento natural, como fruta, lácteos o huevo.
La jornada escolar completa implica tener habilitados los medios para el almuerzo escolar, es decir que se permita que los escolares lo traigan desde su casa -con los cuidados propios de alimentos que deben ser refrigerados hasta el momento de su consumo y luego calentados para su ingesta-, o que tengan servicio de almuerzo. En este último caso, una proporción de escuelas no lo ha implementado en forma adecuada. Así, los escolares abandonan la escuela, en las primeras horas de la tarde, para llegar a almorzar a sus casas, en un horario inadecuado, o realizan una comida “al paso” en los puestos de golosinas y de comida callejera cercanos al establecimiento educacional, emulando lo que los adultos hacen en sus jornadas laborales, como ocurre en las familias cuyos padres trabajan. Y en caso de almorzar en casa, ya avanzada la tarde, es posible que esto sea suplido por alimentos de fácil preparación, con muchas calorías, grasa o sal.
Probablemente los casinos de escuelas municipales, que son supervisadas técnicamente por la JUNJI, tengan una vigilancia más adecuada sobre los proveedores de los servicios de alimentación. Sin embargo, el patrón de comidas que un escolar tiene tenderá a repetirse en la escuela, y particularmente en la elección de los alimentos. Esto significa que un niño no comerá la manzana de postre al almuerzo que se le ofrece en la bandeja si no tiene el hábito de comer frutas como postre. La generación de hábitos de vida saludable y el establecimiento de éstos, que incluye a la alimentación, la actividad física, el sueño, etc., ocurre al interior de la familia.
En un estudio realizado por el INTA con preescolares asistentes al prekinder de un colegio municipal, un alto porcentaje dijo consumir alimentos saludables, como lácteos (97%), frutas y verduras (94%), pescado (89%) y legumbres (83%), mientras que el consumo de alimentos no saludables también fue alto: bebidas azucaradas (86%), golosinas saladas (65%), helados y golosinas dulces (55%), papas fritas (55%) y otros alimentos, como completos, (58%).
La normativa legal establece que los alimentos rotulados como “alto en” no pueden ser vendidos en kioskos ni casinos de las escuelas. La aceptación hacia los alimentos saludables que se puedan vender en estos lugares sigue dependiendo de los hábitos adquiridos previamente por los escolares.
Las tradiciones familiares y escolares son eso: tradiciones. Siempre hemos celebrado cumpleaños, aniversarios, fiestas patrias, logros deportivos nacionales, así como otros hitos de nuestro entorno social, laboral y familiar. Y una de las formas de festejar, es comiendo. Además, nos hemos vuelto sedentarios, disponemos de menos tiempos de juego con nuestros hijos y estos tiempos los hemos reemplazado por alguna pantalla.
Consumo de sustancias en edad escolar
Considerando que los niños entre los 10 y 13 años viven un “despertar” asociado a su desarrollo puberal, cuando hay una búsqueda natural de nuevas sensaciones, la gran cantidad de tiempo que los chicos pasan en los diferentes establecimientos escolares hacen de este espacio un círculo de encuentro y de compartir experiencias, las que no necesariamente son positivas.
Si bien todavía son minoría los niños y adolescentes que consumen sustancias peligrosas, como alcohol, tabaco, marihuana y otras drogas, las cifras han crecido bastante en los últimos años. En este contexto, los colegios, liceos y escuelas cumplen el importante rol de ser instancias de prevención y control, pero también el escenario de algunas prácticas peligrosas como el microtráfico o la presión que los “pares” ejercen sobre sus iguales para consumir determinadas sustancias.
El consumo de sustancias produce en el cerebro en “maduración” alteración en las funciones ejecutivas, de planificación, cumplimiento de metas y control de las respuestas emocionales. Debemos ver la adolescencia como un período de oportunidades, donde debemos fortalecer factores protectores ligados a la familia, escuela y grupos de pares con el objetivo de lograr el desarrollo de todas las potencialidades y llegar a tener jóvenes sanos.
El actual uso de drogas legales (alcohol y tabaco) y los mensajes que se distribuyen por las redes sociales acerca del no riesgo o de la libertad de consumo con respecto a la marihuana y otras drogas, generan mensajes ambiguos que en algunos casos estimulan el consumo y disminuyen la percepción de riesgo.
Los establecimientos educacionales son un punto de encuentro fácil entre consumidor y el que provee la droga, por lo tanto, son un lugar privilegiado para tomar contacto y hacer transacciones. Pero los colegios, liceos y escuelas, a su vez, tienen un rol importante en la prevención tanto desde el otorgar la información adecuada y acorde a las políticas públicas como en facilitar un lugar donde las actividades deportivas y de recreación sean un pilar para alejar a los adolescentes y jóvenes de la búsqueda de nuevas sensaciones placenteras.
Los protocolos que deben aplicar los establecimientos son principalmente de prevención, realizando actividades educativas con información acorde con la que entrega el MINSAL, SENDA y las sociedades científicas, entre ellas nuestra Sociedad Chilena de Pediatría, SOCHIPE, tanto para los escolares como para sus padres, y ser lugares donde se fomente el deporte y las actividades extracurriculares que inculquen valores como la amistad, solidaridad y trabajo en equipo, que alejen a los adolescentes y jóvenes de la búsqueda de nuevas sensaciones a través del consumo de sustancias.
Los papás deben saber que cuando tienen conductas vinculadas con la prevención de marihuana, cuando saben dónde están sus hijos y están atentos a lo que pasa en la escuela, disminuye el consumo en sus hijos. La prevención de drogas no solo tiene que ver con que se sepa que las drogas son dañinas sino también con hacer frente a la presión de los pares. “Si el resto toma y fuma y no les pasa nada, ¿por qué yo no?”. Ese proceso no es fácil y aquí las emociones tienen mucho que ver con la toma de decisiones. Desde este punto de vista la prevención pasa por formar grupos de pares donde existan líderes positivos entrenados en la prevención y guía a actividades positivas que alejen al resto del grupo de las conductas de riesgo.
El discurso debe ser uno solo, sin titubeos y muy claro: la marihuana hace mal. La evidencia científica es contundente y categórica. Lamentablemente el mensaje de algunos líderes de opinión, incluso autoridades, ha sido difuso, y esto genera enorme daño en niños y adolescentes, ya que hace disminuir la percepción de riesgo y de daño e invita a normalizar el uso, que hace muy probablemente que aumente el consumo.
El año escolar es un buen período para niños y adolescentes. Es un tiempo en que se comparten experiencias, se adquieren conocimientos y se crece. Marzo marca el inicio de una nueva etapa, otro desafiante ciclo cuyo objetivo final es pasar de curso, ojalá con buenas notas y nuevos amigos. Considerando que ese es el eje principal, padres, profesores y autoridades educacionales deben velar para aislar cualquier conducta de riesgo que no permita que los estudiantes se desarrollen como debe ser. Para eso, la comunicación es fundamental al generar confianzas y permitir lo que ocurre en los establecimientos y su entorno. Es un gran desafío familiar, pero fundamental para un correcto desarrollo. ¡Muy buena suerte este año, padres y niños