ENFERMEDADES RESPIRATORIAS: ¿CÓMO DETECTARLAS, PREVENIRLAS Y COMBATIRLAS?
Fuente: Diario Mi Hijo Ed.102Durante estas últimas semanas hemos visto como, sobre todo en la mañana y la noche, han bajado las temperaturas… Pronto llegará el invierno. Los cambios bruscos de temperatura, la circulación viral y la contaminación tienden a favorecer la aparición de enfermedades, siendo muy común los resfríos en esta época del año, afección que a veces puede derivar en complicaciones respiratorias, sobre todo para los grupos más vulnerables como niños, embarazadas, personas mayores y quienes sufren de algunas dolencias crónicas.
¿Cómo detectar qué enfermedades respiratorias podrían estar padeciendo nuestros pequeños, cómo actuar ante ellas y, quizás lo más importante, cómo prevenir? Te lo explicamos a continuación, para que tomes nota y protejas a toda tu familia.
Algunas enfermedades respiratorias
Como varias de las afecciones respiratorias comparten síntomas, es común confundirlas, llevándonos a cometer errores en el tratamiento primario o en la importancia de acudir a un pediatra o directamente a un servicio de Urgencia. Por eso, acá te contamos un poco sobre las enfermedades respiratorias más comunes:
Resfrío común
Muchas veces llamamos resfrío a cualquier enfermedad respiratoria, y es importante que, aunque se trate de la afección más frecuente, sepas que es probable confundirla con una rinitis alérgica o una bronquitis.
El resfrío común es una infección viral que inflama o irrita la mucosa nasal y la faringe (garganta) y da síntomas de coriza (“mocos”), dolor de garganta, estornudos, algo de tos, y no provoca fiebre (o muy baja). El contagio es de persona a persona a través de las secreciones, la tos o los estornudos delante de alguien. También se transmite por las manos u objetos contaminados con secreciones, razón por la que el lavado de manos es muy importante.
Los virus no andan “volando” en el ambiente, sino que la gente es la que actúa como transmisor. Por lo tanto, la mejor forma de prevenir el contagio es evitar el contacto directo con otras personas enfermas, cubrir la boca con el brazo al toser o estornudar (no con las manos), y ser lo más cuidadoso posible con el lavado de manos (ver más adelante).
Aunque a veces puede requerirse algún analgésico o un remedio para la fiebre, no se debe usar antibióticos. En general, se trata de una enfermedad benigna, autolimitada y de buena evolución, pero que debe cuidarse ya que puede ser la puerta de entrada para una infección más severa, sobre todo en personas con factores de riesgo, como niños muy pequeños, fumadores, enfermos crónicos y adultos mayores.
Influenza
También llamada “gripe”, es una enfermedad respiratoria contagiosa causada por el virus de la influenza del que hay varios tipos. Provoca cuadros habitualmente de mediana intensidad, pero en algunos casos puede llegar a ser muy grave. Se manifiesta con fiebre, dolor de cabeza, tos seca, dolores musculares, cansancio y secreción nasal. Puede ser que tu hijo tenga también algo de diarrea y algunos vómitos. También se transmite de persona a persona a través de las gotitas que quedan suspendidas en el aire a una distancia menor a un metro después de que un enfermo tose o estornuda. Por lo tanto, el virus de la influenza no anda en el aire, sino que se trasmite por este mecanismo o por objetos y manos contaminadas (lo que hace que dependa de cada uno de nosotros evitar la propagación del contagio). Se diferencia del resfrío común porque el resfrío es habitualmente menos grave, provoca menos fiebre y no hay tanto compromiso general, abundando más la secreción nasal; en la influenza hay tos, a veces agobiante, fiebre y mucho compromiso general, con sensación de que “duele todo”.
La prevención es similar a la de otras enfermedades respiratorias y, en la mayoría de los casos, el tratamiento se realiza con medidas generales como reposo, tomar líquidos de forma abundante y, eventualmente, con analgésicos recetados por un médico. En algunas personas de riesgo se les puede tratar con antiviral, pero para ello, debes consultar con un profesional. Para esta enfermedad hay vacunación, la que se realiza antes de llegar la época en que hay más infección, mediante campañas a las que debes llevar a tu hijo si tiene la edad para administrársela. El ideal es que se vacune todo el núcleo familiar.
Bronquitis obstructiva
Se conoce popularmente como el “pecho apretado”. Se trata de un estrechamiento de los bronquios que limita el paso del aire, manifestándose con dificultad respiratoria. Sus causas son variadas, principalmente virales, pero también puede provocarla alérgenos y bacterias, a los que se agregan factores como el frío y la contaminación. Puede ser recurrente, es decir, que se repiten en el tiempo. Principalmente afecta a los más pequeños, aunque en niños más grandes puede estar asociada a otras patologías como el asma.
Cuando el lactante se infecta por primera vez de un virus especial denominado “virus respiratorio sincicial” puede desarrollar un cuadro obstructivo más serio llamado bronquiolitis. La obstrucción bronquial se manifiesta con silbidos en el pecho, dificultad para botar el aire y quejidos, tos agobiante que lo hace vomitar o le impide dormir o alimentarse. Se debe evaluar si hay decaimiento, fiebre, rechazo alimentario, retracción del tórax o “hundimiento del pechito” al respirar, o los labios se ponen de un tono azulado. En estos casos, el niño debe ser evaluado rápidamente en un Servicio de Urgencia para su manejo y cuidado.
Es muy importante destacar que la mayoría de los niños que tienen tos y flema no están necesariamente obstruidos, sino que solamente pueden padecer inflamaciones de la vía aérea alta. En general, la mejor prevención parte por asegurar una adecuada lactancia, mantener las vacunas cada vez que corresponda, incluida la vacuna contra la influenza, y promover buenos hábitos como el lavado de manos, evitar el tabaquismo intradomiciliario (o sea, que nadie fume en la casa y mejor aún, que nadie fume), y el contacto con otras personas enfermas. En cuanto al uso de inhaladores y otros remedios, éstos deben ser indicados por un médico.
Neumonía
La neumonía afecta a un sector del pulmón, mientras que la bronconeumonía afecta a varias zonas de ese mismo órgano. Aunque parece que una sea más grave que la otra, no tienen grandes diferencias. Son infecciones que comprometen al pulmón mismo y no solo a la vía aérea o bronquios, como ocurre en la bronquitis. Se produce invasión del pulmón por los microorganismos –como bacterias y virus-, que pueden afectar a cualquier persona. Sin embargo, suele ser más frecuente en niños pequeños, pacientes con factores de riesgo como prematuros, personas que suelen estar en ambientes con humo de tabaco o que padecen patologías crónicas, especialmente si usan oxígeno en su casa.
La mayoría de las infecciones respiratorias no derivan a una neumonía, pero en algunos pacientes que tienen las defensas débiles o donde el microorganismo se manifiesta de una manera más agresiva, pueden avanzar desde una enfermedad respiratoria leve hasta convertirse en una neumonía o bronconeumonía. Las medidas preventivas son iguales a las descritas para el resto de las patologías respiratorias antes explicadas. Y en cuanto al manejo, lo más importante es el diagnóstico oportuno en el que los padres pueden ayudar fijándose si hay tos, dificultad respiratoria, quejido, retracción del pecho al respirar, decaimiento, rechazo alimentario o fiebre importante de difícil manejo. Ante estos síntomas, el pequeño debe ser evaluado por su médico o en algún Servicio de Urgencia.
En general, se manejan con antibióticos y, en algunos casos, se apoya con medidas generales como la hidratación o antipiréticos. En casos más graves, puede incluso requerir hospitalización con necesidad de oxígeno.
¿Por qué se produce la fiebre?
Aunque popularmente se ha creído que la elevación de la temperatura corporal por encima de sus valores normales es algo negativo o peligroso, en realidad es un sistema de defensa que ayuda a eliminar los microorganismos que están provocando la enfermedad y activan las defensas de una persona. Por lo tanto, es un llamado de atención contra algún agente infeccioso que se está combatiendo.
Entonces, hay que tener claro que la fiebre no debe considerarse un síntoma de alarma, y más bien tenemos que fijarnos en las condiciones agregadas: si el niño tiene menos de tres meses de edad, si la temperatura es superior a 40ºC persistentemente, si lleva tres o más días afiebrado o si presenta síntomas de alarma como pintitas en el cuerpo, vómitos y/o diarrea, rechazo alimentario o convulsiones. En éstos estos casos, hay que acudir a un Servicio de Urgencia.
La temperatura que se considera fiebre depende del lugar donde se ponga el termómetro. Hay fiebre si:
- La temperatura rectal supera los 38ºC.
- Si la temperatura en el oído es superior a 38ºC.
- Si la temperatura oral es mayor de 37,5ºC.
- O si la temperatura axilar se eleva por encima de los 37,5ºC.
Si en definitiva el pequeño tiene fiebre, déjalo con poca ropa de abrigo, en pañales o con un pijama ligero, mantén su habitación fresca y ventilada, evitando las corrientes de aire, y proporciónale abundantes líquidos. No le des friegas con alcohol o baños en agua fría, para evitar desagradables descensos bruscos de temperatura y otros trastornos peligrosos. Y ante la duda, consulta a tu pediatra.
Contaminación intradomiciliaria: un peligro cercano
Puertas adentro, la contaminación al interior del hogar también puede llegar a ser peligrosa y dañina, y es causa de problemas respiratorios en todo el país, ya que no depende de un ambiente externo contaminado; su origen es la falta de ventilación, el uso de calefacción o cocina con combustibles contaminantes y, lo más grave, el tabaquismo.
Se deben ventilar los espacios interiores de la casa todos los días. Al no hacerlo pueden aparecer problemas como dolores de cabeza, congestión, cansancio, irritación de los ojos, nariz y garganta; alergias e incluso mareos y náuseas, por causa de un mal olor o una mala ventilación. También las enfermedades de invierno, como los resfríos y las gripes, se transforman en un círculo vicioso en estos espacios, por los contagios entre los habitantes de la vivienda. Para evitar que se enfríe la casa o departamento, abrir las ventanas un par de veces al día, unos 20 a 30 minutos cada vez, permite ventilar adecuadamente y ayudar a evitar la irritación de la vía aérea sin afectar en forma importante la temperatura del hogar.
Ya comenzaron los días fríos. Cuídate y cuida a tu familia. Como ves, con simples acciones ayudarás a estar todos protegidos.
Hábitos saludables para ayudar a prevenir el contagio
Acá te dejamos importantes consejos para prevenir enfermedades respiratorias… no para que solo los leas, ¡sino para que los pongas en práctica!
- Amamanta a tu bebé el tiempo que sea posible.
- Evita que tu hijo se acerque a personas que están enfermas o evita acudir de visita a casas donde hay adultos u otros niños enfermitos.
- Del mismo modo, cuando esté enfermo, evita exponerlo a otras personas para protegerlas y así no se enfermen también. Es preferible dejarlo en casa, evitando que asista a la escuela o lugares públicos.
- Enséñale a que se cubra la boca y la nariz con un pañuelo cuando tosa o estornude. O que se cubra con el antebrazo, no con las manos.
- Recuerda que, con frecuencia, los gérmenes se transmiten a otra persona cuando ésta toca algo contaminado y luego se toca los ojos, nariz o boca. Por eso es fundamental que laves sus manos frecuentemente, protegiéndole de estos microorganismos.
- Evita asistir con los niños a lugares con muchas personas y poco ventilados, como centros comerciales, cines o supermercados.
- Ventila bien tu casa y no permitas que nadie fume en ella.
- Mantén temperaturas adecuadas en la casa, evita el frío y la humedad, pero no sobrecalientes el ambiente.
- Procura mantener momentos de vida al aire libre abrigando adecuadamente a tus hijos y evitando temperaturas extremas.
La gran importancia del lavado de manos
Para empezar, recuerda lavarte siempre las manos, ya que es una de las principales medidas de prevención de enfermedades infecciosas. La buena higiene contribuye a la salud de las personas evitando que se propaguen enfermedades. En casos de contacto con agentes contagiosos, lavarse correctamente las manos puede evitar padecer la enfermedad, así como contagiar a otras personas.
¿Cuándo lavarse las manos?
- Antes, durante y después de preparar alimentos.
- Antes de comer.
- Antes y después de estar en contacto con algún enfermo.
- Antes y después de tratar heridas o cortaduras.
- Después de usar el baño.
- Después de cambiar pañales o de limpiar al pequeño que ha ido al baño.
- Después de sonarse, toser o estornudar.
- Después de tocar animales, sus alimentos o excrementos.
- Después de tocar la basura.
¿Cómo lavarse las manos?
- Mojarse las manos con agua corriente limpia (tibia o fría) y enjabonarlas después de cerrar la llave.
- Frotarse las manos con jabón hasta que haga espuma asegurando de enjabonar el dorso de las manos, entre los dedos y debajo de las uñas.
- Restregarse las manos durante al menos 20 segundos.
- Enjuagarse bien las manos con agua corriente limpia.
- Secarlas con una toalla limpia o al aire libre.
Si no tienes agua y jabón disponibles, puedes usar desinfectantes de manos que contengan como mínimo 60% de alcohol. Eso sí, no serán tan eficaces cuando las manos están excesivamente sucias o grasientas.
Ya lo puedes ver. Gran parte de los cuidados para prevenir enfermedades respiratorias dependen de nosotros, los adultos. Enseña y educa a tus hijos en una cultura de higiene y cuidado.